LA CONQUISTA Encuentro Internacional de Arte Contemporáneo 2008-2009

Sábado 10 de enero de 2009.- Las puertas de aquella casona blanca se volvieron abrir, sólo para despedirme de aquel sueño del que despego cada noche con música de murmullos acústicos entre las sombras de aquel frondoso árbol de mango. Sé que la galería nómada tiene que seguir haciendo alusión a su concepto, y escribe un adiós momentáneo a todas aquellas sombras que han quedado plasmadas en las memorias de la fuente, que desde un extremo del patio central, nos observaba mientras nos describía para otros en sus recuerdos más profundos, la historia de un lugar que se convirtió en galería, luego en casa de la imaginación y luego en puente de sueños para los que nos dejamos tocar por su magia.
Noche quieta de luna llena y de cielo estrellado, de clima frío y de olor a las nuevas lluvias que ahora vienen. Tiempo para ser visitante, de los pilares que sostienen las paredes que te invitan a quedarte. Luces sepias destilan por las cañas de un pescador de conquistas. El pasillo insiste detenidamente a que te poses bajo las escaleras, para contemplar el ramaje que luce con tinta entre los muros que recorremos con nueve pasos hasta topar con una puerta de madera, que abre en par, y así, adentrarnos a las habitaciones que ahora han dejado vacías, llenas de silencio.
Los ojos brillantes cuelgan de las ramas del árbol, sostenidas por hijos que desembocan en charcos estáticos de agua. El espacio íntimo de un sorbo de nostalgia, de una conciencia irreversible de códigos urbanos, de seducciones cocinando un recuerdo de una guerra de emociones que siempre viene y se aleja.
El ligero peso de una pluma cae de mis recuerdos, y me incita a seguir soñando el estudio de una forma. Estoy durmiendo en el ruido interior de las sombras. Yo fui la hoja en blanco que se dejó escribir “te quiero” y “yo también”.
Una onda de sonidos salen de una guitarra que canta, y le da ritmo suave al movimiento de un ángulo móvil que baila al ritmo de esta noche quieta que observo desde la azotea. Nadie puede vernos. Nos convertimos en fantasmas, somos el reflejo de una fotografía. Nuestra infancia, nuestra juventud, nuestra madurez. Las cosas fueron creadas para que parecieran reales, pero no lo son, son sólo energía.
Dibujamos el Dios que reinventamos mientras nos miramos, así que sólo dejamos que únicamente el tiempo pase para volver a hacer que el destino nos choque, que toque nuestras almas, que haga bailar nuestros espíritus, y que nos haga caer metafóricamente de manera ascendente a las estrellas. Ahora te encuentro junto la luna, y ya no te siento ni un momento más lejos. Nosotros reíamos mientras el mundo lloraba.
Y tú y yo despertamos en aquella mañana, por las melodías desafinadas de una orquesta de campanas. Nuestros sueños nos conquistaron mientras dormíamos. El amor que necesitamos es polvo, que limpiamos mientras nos ensuciamos del mismo polvo.